La
ex sede del Partido Radical, construida en 1925 y en cuya ala oriente se ubica
el Bar The Clinic, albergará un hotel boutique, tres nuevos bares, una
tienda-galería, un teatro y una azotea verde.
Desde
el próximo martes la antigua sede del Partido Radical, en la esquina sur de
Miraflores con Monjitas, se convertirá en tienda, galería de arte y cafetería.
Será la primera etapa de un proyecto que en los próximos meses sumará un
teatro, tres bares, una pista de baile, un hotel boutique y una “azotea verde”
con pasto. El proyecto busca rescatar la Casa Ariztía, diseñada en 1925 por los
arquitectos Ismael Edwards Matte y Federico Bieregel. En su ala oriente, hoy se
ubica el Bar The Clinic, cuyos dueños también son responsables del nuevo
espacio.
La casona, que posee
dos chimeneas y hasta un ascensor, fue dividida en dos partes en 1946. Esos
muros fueron derribados para que The Clinic esté conectado en el futuro con
este centro gastronómico y cultural, aún cuando cada lugar tiene públicos
diferentes.
“El bar cumple muy
bien las expectativas de los usuarios pero habían otras inquietudes que no podíamos
resolver, como la necesidad de una pista de baile”, dice Patricio Mora, gerente
comercial del proyecto y uno de los cuatro socios del bar.
Los trabajos en el ala
poniente partieron en julio. Con los planos originales en la mano, el
arquitecto Cristián Contreras recuperó los arcos y el patio de luz principal,
que en los años 50 prácticamente desapareció con una ampliación y una escalera.
“Donde está ahora la galería de arte funcionó la sala de gimnasio de la casa.
De hecho, se pueden ver los ganchos desde donde se colgaban los punching ball y
las peras de boxeo”, detalla Contreras.
Otras piezas valiosas
que se mantienen son los tallados en las maderas de las puertas, los espejos
originales, los coloridos vitraux en las ventanas y una réplica de púlpito
interior (plataforma elevada donde se puede dar un discurso o una prédica en el
caso de las iglesias) por la entrada de Miraflores.
La galería de arte,
donde se presentarán exposiciones, tendrá una cafetería. A su vez, dos grandes
habitaciones de la casa fueron destinadas a una tienda de libros, discos, películas,
accesorios y ropa de diseñadores jóvenes.
Asimismo, el primer
piso tendrá murales de siete de colectivos y artistas urbanos jóvenes como
Piguan, Macarena Yáñez, Bus, 12 Brillos, Payo, Claudia Poblete, A la Pinta y
Edo.
La cochera de la casa,
que hace décadas se transformó en teatro, se reabrirá en noviembre con butacas
rescatadas del Cine Huérfanos, desde donde se podrán ver obras y muestras de
cortometrajes y documentales.
En el segundo piso,
estará una agencia de turismo y tres bares de distintos estilos que confluirán
en el gran salón adornado con lámparas de lágrimas, el mismo en dónde en los años
20 se bailaba vals y foxtrot. En enero, abrirá sus puertas El Conversatorio
(que se especializará en espumantes), Vitrales (con tapas y pinchos adaptados
al paladar criollo) y Tavernilla (dedicado a los vinos, quesos y charcutería),
que ocupará la habitación mayor que da al balcón principal de la casa.
En abril de 2013, el
tercer piso, donde originalmente se ubicaban los dormitorios de los residentes,
se transformará en un hotel boutique con 10 habitaciones, cada una ambientada
con una estética diferente. El cuarto piso, agregado a la construcción
original, será destinado a oficinas.
Radical, bombero y
masón
En sus casi nueve décadas
de historia, la propiedad ha tenido fines habitacionales, políticos,
educacionales y hasta policiales. “Fue construida por encargo de Luisa Ariztía
de Edwards, tía del arquitecto Ismael Edwards Matte, como residencia. Tiene
distintos accesos y espacios comunicados por escalas interiores”. explica
Patricio Duarte, profesor del Instituto de Historia y Patrimonio de la Facultad
de Arquitectura de la Universidad de Chile.
El edificio es de estilo neobarroco
hispanoamericano, con columnas salomónicas en forma de espiral y balcones. “Dentro
de Santiago es la casona que alcanza la máxima expresividad del estilo
neobarroco”, sentencia el arquitecto, quien también observa una influencia limeña
en la construcción. Sin embargo, la casa de 1.400 metros cuadrados también
tiene elementos góticos como las gárgolas de piedra en las caídas de agua y de
fierro que sirven de ornamentación.
En 1946, la casona
comienza su larga lista de dueños. Primero la compró Justo Villanueva Castro y
en 1972 pasó a manos del entonces Partido Izquierda Radical (PIR), que la
adquiere en 800 mil escudos. En esa época, también funcionó en el mismo espacio
la Radio Yungay. Tras el golpe de Estado de 1973, el inmueble es confiscado y
destinado desde 1977 a oficinas de la Policía de Investigaciones.
Posteriormente, fue sede del Instituto Chileno Británico. En 1999, los partidos
PPD y PRSD, continuadores legales del PIR, pidieron su restitución pasando a
manos de los radicales hasta 2009.
“La Municipalidad de
Santiago fue la que gestionó su protección como Inmueble de Conservación Histórica”,
recuerda la asesora urbanista del municipio, Sandra Gysling, quien detalla que
el ex alcalde Rául Alcaíno congeló los permisos de edificación cuando la
propiedad estuvo a punto de venderse a una inmobiliaria que proyectaba en el
terreno un edificio en altura.
Tras comprarlo a los radicales en $ 650 millones, el
inmueble en su totalidad pertenece hoy a la inmobiliaria RAC, que lo arrienda
a los dueños del Bar The Clinic.
El nuevo espacio -que espera atraer a 50 mil personas al mes, 20 mil más que el
bar- aún no tiene nombre. “Vamos a tener que emborracharnos uno de estos días y
decidirnos”, bromea Mora.
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