En esos días en que nada te resulta, el andar con la cámara puede ser una salvación.
Recuerdo episodios de andar perdida en una estación de trenes en otro país o de tener desencuentros con alguien querido, pero ahí estaba una escena lista y posando para la foto para sacarme la nube negra de encima.
El otro día caminando después de que me dejaran plantada en una entrevista, la imagen de dos letras aparecieron al rescate de mi neura mental. Fue un click liberador, totalmente recomendable a la hora de querer cambiar estados de ánimos desagradables.
Siempre he creído que las leyendas de los carteles o las letras de las patentes son partes de mensajes encriptados que sólo unos pocos tienen el ojo de descrifrar. Por eso mi reacción al encontrarme con una C y una F en una de las veredas a un costado de Pedro de Valdivia.
De acuerdo a mi oráculo personal, las primeras palabras que retumbaron en mi cabeza fueron precisamente cabeza feliz, lo que me hizo sacar una sonrisa. Luego vieron a mi mente una seguidilla de frases sin sentido como caliente frío, corriendo fugaz, Carlos Fabiola, César fumando, cepillo falda. En fin, tanta tontera, que ya a los 5 minutos se me había olvidado el mal rato. De nube negra había pasado plácidamente a un cielo despejado.
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