Tomate y su amigo grifo

Me encantan las imágenes fuera de contexto. El otro día caminando por Lastarria, me encontré con este tomate muy cómodamente sentadito arriba de un grifo. Podría ser la acción de alguien que quiso ponerlo al sol para abrigarlo del frío, parte de una intervención urbana silenciosa (un tomate por cada grifo), o la maniobra de un grupo secreto amante de este fruto colorado ligeramente ácido.
Yo más bien me fui por la vida propia del vegetal. Me lo imaginé rodando por las calles después de escapar del verdulero, la historia de quien quiere cambiar su destino y buscar su propósito. Entre los pasos apurados de los santiaguinos, esquivó autos, perros, cruzó calles y se detuvo en la esquina de Merced y Lastarria. Ahí divisó a un grifo aburrido, plantado en los adoquines.  Se presentó, trepó como pudo y le sacó una sonrisa a su nuevo amigo.