Primero fue la expectación. Cabezas de dragón y serpiente, faroles rojos y melodías con violín chino. El maestro dando instrucciones al grupo a cargo de los tambores, un poco más allá el ensayo de los bailarines que darían vida a un reptil anaranjado de 10 metros y la incontinencia fotográfica de parte de los chilenos, incluyéndome, a todo lo made in China.
Luego vino la celebración con los tonos rojos de los trajes, las niñas bailando con pañuelos, la danza de leones humanos saltando pilares, sacando la lengua y pestañeando. El señor de las máscaras y una curiosa ópera -digo curiosa por lo desafinada y particular, tendrían que haber estado ahí- que en suma nos llevaron a China por unas horas. Lindo y colorido espectáculo para comenzar otro año, el de la serpiente que dicen que es sabia e intuitiva y llama a la constancia y la prudencia ante lo inesperado. Así que a moverse con la candencia de sus movimientos y permitirse fluir para no perderse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario